miércoles, 30 de octubre de 2013
MISTERIOS DE CORIAS. UNA CONSTITUCIÓN REPUBLICANA
Por educación o carácter, o ambas cosas a la vez, suele provocar pudor
escribir sobre sí mismo. Sin embargo, si es de vez en cuando, puede resultar
saludable arrojarse a esa piscina.
I
Existen hechos que, al recordarlos, y sin importar el tiempo
transcurrido, aparecen rodeados de un halo de misterio. Es evidente que tienen
explicación, todos los acontecimientos terrenos la tienen, solo los sobrenaturales no la
tienen, pero en esos, con respeto a los creyentes, ya me resulta difícil creer.
¡Qué le voy hacer!
Hace algún tiempo recordaba el hallazgo de un alijo de latas
de conservas cuando nos bañábamos en el pozo del Chandeo. Aparecieron
enterradas, en importante cantidad, bajo los cantos rodados de la orilla del
río. Más allá de ciertas conjeturas, continúa, cincuenta años después, siendo,
al menos para mí, un episodio intrigante. Eso que suele llamarse misterio.
He perdido la esperanza de desvelarlo, con razón escriben
algunos poetas, cabalgando aconteceres de mayor enjundia, sobre vidas pobladas
por reales o difusos sueños. La llave que podría dar luz al enigma permanecerá,
por el tiempo transcurrido, bajo tierra junto a quien enterró el alijo, si ello
fue realidad y no invención.
Ahora recuerdo otro descubrimiento, consciente de que la
indagación sobre su origen concluirá también en rotundo fracaso: la aparición
de un texto de la
Constitución de la II
República Española en el patio del convento de Corias.
Tal vez esto pueda parecer baladí a las posteriores
generaciones. Sin embargo, para quienes nacimos y crecimos con la no tan lejana
guerra retumbando en los oídos, una guerra que aún velaba de miedo la mirada de muchos padres y
abuelos, encontrar algo así podía resultar tan desconocido como peligroso.
Intentaré contar las circunstancias de ese hallazgo. Yo era
externo, ya lo he referido muchas veces, y acudía al instituto en bicicleta
recorriendo los seis kilómetros que separan Corias de Limés. Durante los primeros
cursos mi madre me ponía la comida en una pequeña fardela. El menú variaba
poco, chorizo, tocino, cecina, jamón, algún trozo de tortilla, una o dos
chuletas, si era tiempo de matanza, y un buen mendrugo de pan, también hecho en
casa. No era muy variado pero me sabía a gloria. No incluía potajes, no los
podía calentar. Éstos los desayunaba. Mi madre se levantaba muy temprano,
encendía la cocina de leña y me preparaba un potaje de patata con unos granos
de arroz y un refrito de cebolla y pimentón. Por allí le llamaban pote de
“achada”. Me encantaba, además - en las mañanas blancas de helada, de prados
alfombrados por parda hierba erizada de escarcha y arroyos ribeteados de
ambarinas barbas- ayudaba a vencer los afilados y feroces cuchillos del frío,
implacable acosador en aquellas tempranas horas sobre la bicicleta. Mi madre,
mientras vivió, continuó haciendo ese potaje, solo cuando yo regresaba, para
que desayunara.
Cuando no llovía – con temporal me refugiaba en la entrada donde ahora se
encuentra la recepción del parador- comía solo, sentado en la pared, ya
inexistente, que cerraba el prado de los frailes entre la carretera y el río. El
resto de externos o eran mediopensionistas o iban a comer a sus casas. Comer
allí con buen tiempo resultaba agradable-quizá, aunque no sea exclusivo, el
placer de comer al aire libre es algo que llevamos en los genes quienes nacimos
en aldeas rodeadas de montañas, prados y bosques-. El tráfico, entonces escaso,
no molestaba, sí entretenía a una imaginación siempre dispuesta a viajar hacia
lugares lejanos en el primer vehículo que pasara.
Un día, al regresar de dar cuenta del condumio, y como
ocurría casi siempre, los patios, claustros y pasillos estaban desiertos. Solo
se percibía el lejano rumor del entrechocar de platos y cubiertos. Profesores,
internos y mediopensionistas aún estaban comiendo.
Dispuesto a esperar la salida de algún colega con el que
intercambiar algún anhelo o cuita y matar el rato antes de tornar a clase, me
llamó la atención un libro o folleto de llamativos colores: rojo, amarillo y
morado, depositado, bien visible, sobre un montón de ladrillos y sacos de arena,
supongo que preparados para alguna obra en el convento. Al acercarme, acerté a
leer “República” y “Constitución”. Atrapado por una irresistible atracción
hacia aquello, desconocido y prohibido- tal vez por estar ya desguarnecido de
las creencias absolutas impartidas y buscar otro sentido a la vida- y tras
cerciorarme de estar solo, sin miradas delatoras, guardé en la fardela de la
merienda aquél, entonces para mí, enigmático libro.
No comenté con nadie de Corias el hallazgo. Lo impidió el
temor, no infundado, a que un oído no deseado, con capacidad de influir en la ya
maltrecha nota de conducta - maltrecha por el cándido episodio de un fraile y
la foto de una mujer ligera de ropa en el que yo había estado implicado-
actuase de nuevo, no solo restando en la estigmatizante nota, sino también despojándome
del hallazgo.
Una vez en Limés, recluido en la habitación,
estuve intentando descifrar el sentido de aquellos artículos redactados con
lenguaje y conceptos novedosos. Tan distintos eran de las enseñanzas
“oficiales” de la FEN-
éstos hablaban del ampuloso “destino en lo universal”, del periclitado “imperio
de Isabel y Fernando”, o de “héroes de la patria vestidos de camisa azul”,
mientras, el escueto texto recién llegado, hablaba de “derechos” y “deberes”
ciudadanos, de “democracia” y “libertad”-. Parecían lenguajes tan antagónicos que,
junto al analfabetismo político, propios de aquella edad y época, convertía
aquél articulado, al menos para mí, en algo inextricable.
Tampoco me sirvió de mucho su lectura junto a dos amigos de
Limés con los que mantenía más estrecha relación. Con éstos, aunque cinco o
seis años mayores, compartía fantasías, idealizadas y primarias, de justicia
social alimentadas por los movimientos de liberación que a principios de los
sesenta eclosionaban por el mundo. El eco de la incipiente lucha antifranquista
llegaba a Cangas deformado y muy quedo. Ellos trabajaban por cuenta ajena,
arrancados a edad temprana de la escuela, casi desde que tenían uso de razón, y
sus “conceptos políticos” estaban guiados solo por un albor de intuición.
Un día, aquel ejemplar de la Constitución
desapareció. Fue a raíz de que mi madre me descubriese enfrascado en su
lectura. Lo busqué por todas partes y ella, cuando le pregunté, negó saber nada
de él. Pero, aún hoy, sospecho que fue ella quién lo hizo desaparecer.
Mi madre era una de
esas mujeres a las que la guerra dejó una huella de miedo y de tristeza,
adivinada en la mirada. Razones tenía y seguro estoy de encontrarlas en hechos
ocurridos, al acabar la guerra, en las tapias del cementerio de Arayón, donde
maleza y olvido era el único homenaje permitido. Solo pensar que yo pudiera
tener igual destino la llenaba de pavor. Sé que lo pasó muy mal, aunque
evitábamos hablar de ello, cuando me metí, pocos años después, en problemas
políticos. Por eso, al lograr la democracia, tampoco le quise recordar aquellas,
seguro que para ella, aún dolorosas historias.
II
El reencuentro con la realidad republicana se produjo, casi
recién llegado a Madrid, pocos años después. Allí entablé, en circunstancias
que no vienen al caso, relación con dos antiguos republicanos. Estos, cuando no
estaban en la cárcel por sus ideas políticas, tenían a gala celebrar el 14 de
abril colocando banderas republicanas, confeccionadas por ellos con ayuda de
sus mujeres, por las calles de Madrid.Un día de típico cielo añil madrileño,
bañado por el tibio sol de comienzos de abril, estábamos sentados los tres en
la terraza de un bar situado en lo que entonces era un arrabal sin apenas
asfaltar, y que años después, se llamó Triángulo de Oro albergando edificios
emblemáticos como la
Torre Picasso. En aquel lugar, bajo los sarmientos de una
parra de yemas reventonas que habría de ofrecer su sombra en las tórridas
tardes de estío, ante una jarra de Cebreros y bocadillos de gallinejas, muy
alabados por ellos, mientras en mí, a pesar del esfuerzo por compartir, aquellas
fritangas provocaban cierta repulsión, me preguntaron si quería acompañarles en
la cercana celebración. No lo pensé mucho; aunque con ideas políticas aún
difusas, el sistema político imperante para nada me gustaba.
A tal fin, el 14 de abril, nos citamos a las cinco de la mañana, esa hora incierta que
cabalga la noche y el día, para colocar las banderas en un tramo de la Calle Bravo Murillo. Concretamente
entre Cuatro Caminos y Tetuán.
Formábamos un grupo dispar, al menos en edad, ellos
sobrepasaban los sesenta, yo rondaba los veinte. Las banderas tricolores eran
de reducidas dimensiones y tenían un mástil de madera en el que se sujetaba una
cuerda; en el otro extremo de la cuerda iba atada una piedra. La técnica de
colocación -similar al método empleado años después por esa moda un tanto estúpida,
afortunadamente parece que en desuso, para colgar los zapatos de los cables que
cruzan la calle- era, teniendo buen tino, sencilla, y Martín, uno de los dos
veteranos, dueño de una carpintería en la que trabajaba junto a sus hijos, lo
tenía. Él era el encargado de lanzar y dejar colgadas las banderas de los
cables que atravesaban la calle. El otro, Fermín, ya jubilado, se encargaba de
la vigilancia y de avisar si aparecía la policía o cualquier otro personaje con
aviesas intenciones. A mí, neófito conspirador, me encomendaron llevar las
banderas haciendo de suministrador a Martín, con instrucciones precisas, en
caso de aparecer la policía, de salir por pies hacia las callejuelas laterales
y no parar de correr hasta poner a buen recaudo el alijo de banderas.
Cumplimos nuestro propósito con precisión y, salvo pasajeros
sobresaltos, casi siempre provocados por Fermín que tenía el silbido de alerta
un tanto flojo, sin mayores incidentes.
Por mi parte, creo recordar que, aunque entonces podía acarrear años de cárcel
lo que hoy parece tan inocuo como reivindicativo, la tensión experimentada casi
impidió que se asomara el miedo.
A las seis de la mañana, cuando abrían las puertas del metro,
ya ondeaban unas quince de esas banderas por Bravo Murillo. Nos desperdigamos
y, como hasta las 7,30 no entraba a trabajar, me fui a tomar un café con
churros al Brillante de Cuatro Caminos que acababa de abrir. Después retorné caminando por la misma calle
hasta Plaza Castilla, donde a diario cogía el autobús de la empresa, y pude
solazarme contemplando el espectáculo de los “grises” subidos en escaleras
intentando quitar las banderas entre la expectación de vecinos y viandantes.
Debo admitir que la euforia que me embargaba por el éxito de la acción
desarrollada se esfumó en parte al escuchar a unos chavales, más o menos de mi
edad, preguntar de qué país eran aquellas banderas. Sois prueba evidente, les
respondió en bajo tono alguien de avanzada edad, de la eficacia con que se está
borrando una parte de la historia reciente.
Así fue, lejos de mayor transcendencia, épica o
arrepentimiento, mi bautismo en la causa ¿republicana? ¿contra aquél sistema?
Ahora, por el tiempo
transcurrido y acontecimientos posteriores, parece que todo forme parte de otra
vida anterior y que algunos de estos recuerdos solo sean mera fabulación para
entretenerme un rato.
Ulpiano Rodríguez
Calvo
El Albatros
Cuando era niño, hace muchos años, vivía en casa de mis abuelos donde eran todos muy aficionados a la lectura (yo lo sigo siendo).
El tema es el siguiente: Había un libro, de unas doscientas páginas, al que le faltaban las páginas del principio y del final así como la portada y la contraportada. Se traba de un libro del tipo de los de Julio Verne, muy entretenido, en el que se describía una serie de peripecias ocurridas en un dirigible de nombre "El Albatros".
Nunca conseguí encontrar el libro ni saber quien era el autor y me gustaría poder conocer el final y , por supuesto,hacerme con el libro.
A ver si tengo suerte con vosotros. Especialmente con Pepe Morán que dedicó mucho tiempo a los libros.
Felipe.
El tema es el siguiente: Había un libro, de unas doscientas páginas, al que le faltaban las páginas del principio y del final así como la portada y la contraportada. Se traba de un libro del tipo de los de Julio Verne, muy entretenido, en el que se describía una serie de peripecias ocurridas en un dirigible de nombre "El Albatros".
Nunca conseguí encontrar el libro ni saber quien era el autor y me gustaría poder conocer el final y , por supuesto,hacerme con el libro.
A ver si tengo suerte con vosotros. Especialmente con Pepe Morán que dedicó mucho tiempo a los libros.
Felipe.
martes, 29 de octubre de 2013
ANECDOTAS DE CORIAS
¿¿QUIERES PARTICIPAR EN LA REDACCION DE
MI 2º LIBRO?? Si lo deseas con anécdotas de Corias
Dada la favorable acogida de mi primer libro
“Jubilación año I” de Anécdotas, Relatos, Monólogos,…. (Hecho para sonreír) y,
animado por amigos, lectores,… me propongo editar un segundo libro de similar contenido.
Me gustaría que este 2º libro fuera, compartido en parte con vosotros;
por ello, te invito a que me envíes alguna/s anécdota/s, relato/s,… que desees sean
publicadas en este segundo libro. La única condición es que las anécdota/s, relato/s,… sean simpáticas, agradables,..
Las anécdotas podrán ser:
A)
Publicadas con
tu nombre y apellidos. En este
caso acordaremos la redacción definitiva juntos. (vía mail)
B)
Publicadas sin tu
nombre. En este caso accedes a
que pueda yo darle la redacción definitiva.
Me encantaría
que colaboraras y te animo a ello. Envíame. anécdota/s, relato/s,… a este correo. Disfrutaremos juntos.
Estaremos en contacto. Saludos, Ángel Mateos
Mail: miangelma@gmail.com
Tfno: 626 524 749
Libro:"Jubilación año
I" http://angelmm.1minutesite.es
Autor: Ángel Mateos Martín
Blog: “Jubilación año I”
sábado, 26 de octubre de 2013
LONDRES
Después
de varios veranos de tres meses en Irlanda me decidí a pasar un año en Londres
ya que yo hablaba el inglés creo que correctamente, me pareció lógico tener un
título y nada mejor que Londres donde, por entonces, residía el Centro Privado
para el estudio de las lenguas La Pitman School of languages. Así que escribí
una carta al Prior de un convento de dominicos de esa ciudad explicándole mi
intención de ir a pasar allí un año. Hora arriba, hora abajo. No recibí
respuesta pero lo interpreté como el silencio administrativo, pues la
Constitución estaba por encima del talante de un prior. Allá que me fui
creyendo que iba a una casa de la familia del padre Hospedero que sin
presentarme al prior me llevó a una habitación y antes de irse me recitó los
horarios de comidas y rezos y se fue. No me preguntó, ni el nombre, ni que tal
el viaje, nada…Me matriculé en la Pitman. A los tres días de mi llegada el
fraile hospedero me abordó en un pasillo y me dijo “¿Sabe cuándo se va a
marchar?”.
Quedé
atónito y le dije que venía para una estancia larga para graduarme en inglés.
No comentó nada pero al cabo de dos o tres días fue a mi celda a preguntarme si
ya había decidido cuando me marchaba. Como le dije que no, me informó que
aquella celda estaba ya reservada previamente a mi llegada.
Estaba
seguro que era mentira. Me mandó recoger mis enseres y me llevó al desván donde
había tres camas, separadas en sendos
biombos y me dijo que escogiera y se fue.
Me
quedaban tres balas en la recámara; volver a España, ir para Irlanda y buscar
un trabajo allí en Londres. Llamé al prior de los dominicos de Cork (Irlanda) y
le dije que si no encontraba un trabajo que volvería otra vez con ellos. Me
animó y me dijo que siempre sería bien recibido. Y venga. A patear Londres. En
seguida me percaté de que aquello no era fácil. Había trabajos a montones pero
todos muy humildes y mal retribuidos. Por el convento solo volvía por la noche
al desván. Solamente iba a verme un jovencito jamaicano, negro, jamaicano. Me
animaba y me proporcionaba la comida abundante. Me decía “tú no pases hambre,
dinero no te lo puedo dar pues no tengo ni un penique”.
Supongo
que todo esto escandalizará a más de uno (bueno una comunidad es como una
familia, yo conozco entre nosotros familias en las que no se hablan hermanos).
Al cabo de una semana me di por vencido, o aceptaba un trabajo humilde o me
tenía que ir así que un día iba por Oxford Street (la calle más comercial de
Londres) cuando vi el centésimo anuncio de Employement Agency, vamos a probar,
me dije.
Estaba en
el primer piso de un portal y unas escaleras lóbregas. Mala pinta tenía aquello
“Entre sin llamar”, proclamaba un letrero en la puerta. Entré. En la sala de
espera había cuatro o cinco hombres de aspecto humilde y alguno hasta
malencarado. Me senté en una silla con almohadilla hética, justamente enfrente
a la puerta que daba acceso a la oficina. Cuando salió el primero vi que
era una jovencita la que recibía. Ella
sin duda me vio y frunció el ceño como extrañada de verme. Por la pinta yo no era
una parte normal del lumpen con que ella trataba. Así que con un gesto de la
mano me señaló e indicó que pasara. Le informé que tenía la Licenciatura de
Filosofía y buscaba un trabajo de docente o de manejo de libros. En seguida me
aclaró que ella solo manejaba trabajos humildes, tales como jardinero o
camarero. Le dije que cualquier trabajo que me permitiese subsistir y le hablé
de mis planes. Entonces ella e hizo una pregunta clara “¿De donde eres? ¿Where
are you from?” Le dije que era español y además dominico. Quedó fascinada y
todo cambió. Me dijo “pero si yo soy de Ávila y estudié con las dominicas”, se
vio que era decidida y rápida. Cogió el teléfono y habló “¿Carlos? Oye, hoy
mismo deja una habitación libre en Neal Street y te vienes a vivir a mi piso.
Tengo aquí a un dominico que necesita la habitación. Inmediatamente marcó otro
número y dijo: “Mr. Martin, soy Susana, necesito un trabajo urgente para un
amigo, irá esta tarde a verle a usted” Luego sentenció “Estás invitado a la
boda… ¿Qué digo? Nos casas tú mismo”.
Volví al
convento a recoger unas cosas y a despedirme del jamaicano, que insistió en que
acudiera a él si necesitaba comer.
Total,
una nueva etapa se abría ante mí. Acababa de dejar el ejército donde era el
niño mimado entre 900 personas a un torpe camarero. La casa en la que iba a
vivir estaba al borde de Coven Garden, un súper almacén de frutas, hortalizas y
flores de Londres. Los que hayan visto la película “My Fair Lady” recordarán
que la acción comienza precisamente ahí.
Respecto de
la casa, tendría ya para escribir un libro entero. Por dentro era un auténtico
chamizo. Planta baja (donde vivían los dueños y encima dos plantas con tres
habitaciones cada una). Todo pobrísimo. Una cama, una mesa, una silla y un
hornillo de gas, ni lavabo ni váter.
El agua
más próxima estaba en un exiguo lavabo en el rellano de cada piso. De las seis
habitaciones, cinco las ocupábamos españoles y allí se había creado un pequeño
mundo de novela picaresca.
Fui
recibido con muestras de afecto por todos. Y así empezó mi colaboración en el
mundo de lo ilegal, de lo novelesco. Un papel secundario de Rinconete y
Cortadillo, de Lazarillo o del Buscón.
El
próximo día será.
Quiero
decir que el próximo día os contaré las peripecias de aquel antro. Espero que
os escandalicéis de cómo un fraile dominico podía vivir en un ambiente tan
sórdido.
Pepe
Morán. Dominico-ex
DESARMANDO EN OVIEDO
Como cada año por estas fechas un
grupo de amigos, entre los que se encuentran algunos antiguos compañeros de
fatigas de nuestras andanzas en Corias, nos reunimos en la Sidrería Pigüeña de
la popular calle Gascona en el Barrio de la Sidra de Oviedo para celebrar el
Desarme.
El Desarme es una tradición
inspirada en hechos históricos acaecidos en la primera mitad del siglo XIX,
allá por 1836, durante las guerras carlistas. Los historiadores no han logrado
ponerse de acuerdo sobre el origen real de esta comida. Algunos apuntan a un
gran menú de celebración tras repeler los defensores de la ciudad un duro
ataque de los carlistas. Otros, la mayoría, apuntan a que esa copiosa comida, y
sus efectos posteriores, permitieron desarmar a uno de los bandos en liza.
Aunque dicha fiesta gastronómica
se celebra el día 19 de octubre, nosotros venimos haciéndolo desde hace ya más
de veinte años el viernes de la semana siguiente por comodidad de fecha en fin
se semana y facilidad de reserva en los restaurantes.
Como siempre nos ponemos en manos
de Begoña, la cocinera que nos prepara unos estupendos garbanzos con bacalao y
espinacas, callos acompañados de unas riquísimas patatas fritas y de postre no
puede faltar el más asturiano de todos, el arroz con leche. Todo ello regado
con un excelente Rioja de Bodegas Paco García seleccionado especialmente para
nosotros por Tony de su estupenda bodega.
Una jornada en amena armonía que
esperamos seguir celebrando mientras el cuerpo aguante.
Alfredo
Fernández González
martes, 22 de octubre de 2013
AL BURZACU GUSTAN-TSE LAS POTSAS
Güei tal día amurniau, uscuru ya fuscón que dios nus tsibre. Anda la nublina
arrastru toda espeltrazada pur entre lus rebotsus, hasta mediu monte, que miánicas
cumu siga asina, nun tardará en apaecer el tsobo pur aiquí pul curral nuesu cumu el anu pasau que una nueite vinienun a autsar aiquí mesmu,
a debaxu del hórreu. Tuvía unu detsus mixou nunu de lus pegotsus del horreu ya espueis lus perrus
andaban tsoucus cheirandu atsí a cada poucu. Outramiente, nun tengu ganas de faer nada, más que de fulgar ya de tar
estramazau nu escanu al tsau del fou. Ta unu tolu dafeitu. Ya pur si fora
poucu, tuvía andu cuna dentame a las vueltas. Esas peltrazus de dintistas
deixanunme-la floxa del tou ya cuandu menus
lu piensu caise-me. Loutru día taba esbitsandu un güesín del zarrau del gocho
ya cayiume la demontres la dentame nu
platu’l caldu ya taba toda mourienta ya chena de mafa. Unu de lus subrinacus que ta
agora aiquí cun nos, fuxiu a tou miter pal curral a gumitar. Etsus rinsi abondu
de mi, peru ya chegarán a tar furunes cumu you, u más, ya sin tardar muitu.
Outramiente va la cousa sin nuvedá. Pu la mañena bien ceu, na más risca’l día, tsevantá-me
del cubil tou escaldeirau purque paeciu-me uyir glachar muitu ya asumei-me pu la
bufarda’l teitu, que desde atsí agüecha-se
muitu bien tou’l curtinal ya yera el burzacu
que acababa de tsevantá-tse una potsa a la Rulindes. You nesi mumentu nun tinía
tserza ninguna purque las pitas nuesas
tuvía nun tses abriéra-mus el capuneiru ya taban siguras na corte. You cumu nun
pudía faer nada pa ricubrar la pita, axeitei-me un papau de café cun tseite cunas galletucas que me diu la Rulindes que truxu de Salas, ya
dixu-me que taban feitas cun farina que tse chaman integral, que ía muitu bona pa rebaxar la bandouga. You na más echá-tse
el guechu encima, dixe pa min: esta farina ía la mesma
que tses doi you a las vacas ya lus gochus cun salvau ya tou. Peru sabían muitu bien.
Esta rapazaca di que tous estus tsambeus feitus cun salvau nun engordan apenas,
purque fain-tse a unu tar toul día esfueirau
ya valeiru de pesu. Agora, las mucheres novas, comen rayus podres que tses den,
cun tal de mantene-se flacas las cundenadas.
You, na más que papei la escudietsa del tseite, que yera
ricién muñida, cuchí la fouz ya cheguei-me hasta’l nuesu prau de la Pachalina que ía un parandanal, pa faer
las presas que prontu tiné-mus que pune’l augua en vecera ya pa ruzar un poucu ya
aveirar algu lus artus ya lus cudoxus, calcar las touperas ya dipasu acarreixar
un brazau de valdiéganus que dientru dunus días tine-mus que’nramar el maíz ya
fainnus muita falta purque nun tiné-mus
cun qué atá-lus ramus, pa espueis culgá-lus nu curredur del hórreu, pa que sulechen una timpurada. Tandu atsí nu prau desmangouse-me‘l
ruedu ya mientras entotsaba un poucu el mangu que lu tinía mitiu nu augua de la
presa, taba amerandu pa las alpabardas ya agüechei un páxaru que nun paraba de
muver las alas nel aire, p’arriba ya pa baixu, peru que taba quietu nu mesmu sitiu sin
muvé-se. Nos chamamus-tses “pineireirus” purque miánicas si nun paez que tan pineirandu farina u
firiendu manteiga. El sou nome verdadeiru pae-me que ía aguilucho u milanu de
rapiña, peru nun toi siguru del tou.
Nesti casu el mutivu de garabatear aiquí nu blog, nun ía
pa falar solu d’estas zaragatadas mías que vus entamu; tamién ía para sabere cúmu vus foi cuna xanta nu
cunventu el día de la fulixa que fixisteis atsí fai poucu. Pu lu que tseí nesti blog pae-me que d’algunus de lus
rapaces pasá-nun bona sede. Queixar queixastes-vus el anu pasau abondu de las
frebas de lus carneirus que esbitsasteis
nas Barzaniellas, peru nun sei lu que siría pior purque, nu parador ese paré
que faen muitas xirigonzas a la xente, peru cobran muitu ya nun dan de xantar más que cousas
cun muitus firuletes ya muxigangas cumu
lus que faian las nenacas de piquenas cuandu xuagaban cun aquetsas cucininas que tes punían lus
reis pul mes de xineiru. Loutru día tseí
que un rapaz de la marina, esi día de la xanta debiu quedar cun fame, ya pu
la nueti foi pal Chicote ya fartouse
bien de lu que tien pur atsí Antón. Fixu bien; foi el más acertau de tous. Pu lu menus
sede nun pasou.
You tuvía nun tuve atsí dientru del cunventu, ende que ía parador, oh.
L’outru día baxei cuna matona nu tractor pa tsevá-la a Tibongu, ya pasei pur delantre peru nun se me amañou el parar un ratucu en Corias, cumu faigu outras veces, pa echar un vasín u dous onde el taberneiru Aníbal
ya partsar un poucu lus dous; purque esi rapazón siguru que cunoz bien tous lus mexunxes que se truxé-nun lus
flairones yal Principau. Ya cun esu
alón, rapaces.
“Jesusín”, el pelgar
miércoles, 16 de octubre de 2013
TRIVIALIDADES DE LA VIDA
Las personas que habitualmente dedicamos una parte de nuestro
tiempo libre a caminar, normalmente solemos
utilizar el mismo itinerario casi todos lo días y, aunque se escoja el campo o
las afueras de las ciudades como lugares más naturales y mucho más atractivos que las zonas urbanizadas, una
vez que se lleva transitada la misma ruta durante varios días, también se llega a hacer un tanto monótona y aburrida
como es lógico, debido a la falta de
cambios; es decir, a la rutina.
En nuestro caso, aunque el paseo siempre discurre por el alfoz
de la ciudad, totalmente fuera del hormigón urbanita, sí seguimos el mismo
itinerario con pequeñas variaciones que
hacemos en el sentido de ciertos tramos del recorrido, ya que es un circuito cerrado
el que recorremos pues regresamos al mismo punto de donde partimos. Un sistema bastante
eficiente para que no se haga la caminata demasiado aburrida y repetitiva, consiste en buscarse durante el trayecto algo nuevo en qué fijarse,
aparte de las posibles variaciones que
se produzcan por sí solas cada día, bien de forma natural u ocasional.
Pondré unos ejemplos: parte de nuestro recorrido diario habitual
discurre por las márgenes del río Torío, alternando unos tramos por la
derecha y otros por la izquierda, y se da la circunstancia que este importante
curso de agua, a su paso por la capital leonesa, está dotado del sistema SAIH
(sistema automático de información hidráulica), con lo cual existen una serie
de paneles electrónicos colocados en puntos singulares a lo largo del cauce del río y por donde
nosotros pasamos tenemos uno a la altura de Puente Castro, en el que se puede
ver y leer en una gran pantalla en color la información en tiempo real referente
a los datos de capacidad de los embalses y de los ríos que componen la cuenca
del Duero. En este panel, donde también se incluyen fotos relacionadas con las
presas y los cursos de agua de la comunidad, se dan los datos propios del río Torío a su
paso por León y referidos concretamente a ese punto, tales como: caudal que
circula en ese momento expresado en metros cúbicos por segundo, altura
de la lámina de agua, temperatura ambiental, caudal máximo estimado del año y
alguna otra referencia más. Si uno se
aficiona a fijarse en esta información y comparar los datos de un día con otro,
un rato antes de llegar al sitio ya vas pensando a ver si sube o si baja el nivel del agua, así como, si el caudal
será mayor o menor que el del día anterior, etc. También cabe la posibilidad de
que algunos días dicho panel esté apagado, o que no funcione y entonces te
sientas un tanto frustrado, pero te conformas
al instante con solo pensar que al día siguiente volverá a funcionar de
nuevo.
Otra distracción con
la que contamos de un tiempo a esta parte, en este itinerario y que surgió de por sí, sin buscarla, es que un buen día cuando llegamos al final de la primera mitad del
recorrido, avistamos un muñeco de trapo
y vistosos colores, que reproduce
fielmente la figura de un cocodrilo de
tamaño considerable, sujeto de una alambrada que delimita el área de protección
de la autovía, pero con la particularidad de que la persona que lo colocó allí,
no lo hizo de cualquier forma, no; lo
hizo con cierta gracia ya que el bicho bien parece que esté agarrado firmemente
con sus patas a la alambrada y con mirada escrutadora hacia los transeúntes que por allí
pasamos. Como curiosidad diré que se ha dado el caso de un buen día que llovió
por la noche y por la mañana el cocodrilo amaneció tocado con una pequeña gorra
de visera impermeable que lo resguardaba por completo de la lluvia y le mantenía
la cara totalmente seca. Otro día que
amaneció muy despejado y con sol desde
primera hora, apareció con unas gafas oscuras totalmente fashion… Tal que, los dichosos complementos
con los que el bicho aparece de vez en cuando, sorprenden a los curiosos viandantes
y dan pie a interpretaciones variopintas sobre quién puede ser el que se las coloca
tan oportunamente, dependiendo del
tiempo que haga. De momento este año, según va el otoño, la bufanda parece que se le resiste un poco y
se hace esperar, pero de todos modos, no tardará en aparecer.
Con todas estas sorpresas que nos ofrece casi a diario este
presumido reptil, no es de extrañar la popularidad que está adquiriendo entre
los caminantes pues la mayoría de éstos se admiran de los cuidados que recibe de
forma altruista y misteriosa este afortunado muñeco de trapo. Se nota que la
noticia ha corrido como la pólvora entre estos simpáticos animalillos de tela y el cocodrilo ya no está solo. Desde
hace unos días tiene compañía y por partida doble pues, se le han juntado codo
con codo, dos okupas más de alambrada: un osito panda pequeño y un
macaco de cola bastante larga. El pobre mono es el más desfavorecido de todos pues,
por avatares de la vida, tiene un ojo
saltado por completo, totalmente fuera de la órbita y el mirar para él, más que
gracia, produce repelús y también lástima o compasión. De todas formas, como se
puede deducir después de haber presentado a este plantel de pacientes peluches,
que se pasan las horas muertas agarrados a la malla metálica de la autovía, los transeúntes ya
tenemos otro buen motivo de diversión consistente en advertir las novedades que exhibirán cada día estos vagabundos
muñecos, en función del pronóstico del
tiempo que tengamos.
Así pues, entre comprobar y contrastar los datos diarios del
río y la adivinanza de los complementos que lucirán los muñecos, se nos hace cada
día el recorrido mucho más corto, ameno y divertido. Cada uno se las tiene que
ingeniar como mejor le parezca, o como
pueda, tanto de forma real como virtual, para poder hacer más llevadera y divertida la rutina diaria de la vida.
B. G. G. bloguero
“Prior”
sábado, 12 de octubre de 2013
II Congreso y concurso de Bonsái Centro Niemeyer 2013
Un año más tengo el gusto de invitar a todos los compañeros de nuestro querido Corias a la exposición que el Club Bonsái Principado de Asturias, realizará del 23 del corriente hasta el 3 de noviembre en el Centro Niemeyer de Avilés y allí celebraremos el Año dual España-Japón 400 años de relaciones entre ambos países con un programa muy amplio de actividades.
Un abrazo, Everardo Garrido
Un abrazo, Everardo Garrido
jueves, 10 de octubre de 2013
LÁPIDA CLAUSTRO
El amigo Inocencio me envía dos fotos referentes a la lápida del claustro en su formato original y, aunque Samuel
ya había aportado unas vistas similares, éstas de ahora están más completas y me
dice Inocencio que fueron hechas precisamente por alguien allegado al convento, antes de iniciarse las obras, para una vez
remodelado el claustro poder valorar el trato que se le daba a estos signos religiosos en
recuerdo de los frailes dominicos que
fueron víctimas del odio y de la intolerancia de la guerra civil.
La verdad es
que la han cercenado por arriba y por abajo. El sentido del porqué se hizo
esto no lo veo claro. A mi parecer, si los restos mortales de las personas fueron trasladados de lugar, hubiera sido más normal el quitar también la lápida, y no manipularla así burdamente como
se ha hecho. Paradores debiera dar una explicación del cambio efectuado.
La lápida antes de las obras era así.
Y después de las obras la cosa quedó así
Fotos enviadas por Inocencio y Samuel
lunes, 7 de octubre de 2013
URBANIDAD
Al hilo de los comentarios sobre
ruidos me viene a la memoria algo que creía olvidado: las clases de urbanidad
impartidas en Corias. Salvando la distancia de época y contexto, y reconociendo
no estar muy al día en planes educativos más contemporáneos, encuentro, en
aquellas enseñanzas, cierto paralelismo con la malograda, cercenada por el
gobierno actual, Educación para la Ciudadanía.
En las clases de urbanidad
intentaban marcarnos pautas de comportamiento, desde la forma de comer, hasta
de posar y caminar. Recientemente, aquí en el blog, salió a la palestra la
postura de las manos atrás. Pose aristocrática, nos decían, inspirado en la
realeza británica. ¡Que más sofisticación podíamos pedir los guajes de aldea
que éramos! También nos instruían en no hacer ruido molestando a los demás.
Estoy seguro de que muchos tics
de nuestro comportamiento, aunque no seamos conscientes de ello, tienen su
origen en aquellas enseñanzas.
Sin embargo no estoy seguro de que
esas enseñanzas fueran impartidas en todos los colegios, tampoco de forma
general en épocas posteriores. Al menos con la suficiente intensidad.
Digo esto observando, seguro de
que los observamos todos, comportamientos bastante habituales que se suceden a
nuestro alrededor. Ayer mismo, mientras José Manuel aportaba aquí un, bien
currado, estudio sobre acústica y Samuel me mandaba apagar, estábamos por
Almería, capital, intentando tomar algo por locales modernos, y aparentes, de
la zona del Zapillo. Como ocurre en todas partes, los locales especializados en
público más joven tienen la música a volumen tan infernal que disuade nuestra
entrada (los jóvenes de hoy, sin necesidad de trabajar - con esta crisis
tampoco podrían- en las estruendosas fábricas que me tocó trabajar a mí, tienen
el problema de audición asegurado). Conocedores de lo que hay, nos dirigimos a
un local recién inaugurado, abierto por una famosa y antigua empresa almeriense
dedicada a lo que se llama “delicatessen”. El local está perfectamente montado.
Techos y paredes están recubiertos de paneles perforados para evitar la
reverberación de que nos habla José Manuel. Sin embargo, aunque el local no
estaba lleno, el vocerío de las mesas próximas nos obligó a instalarnos en la
terraza. La noche era agradable, y se estaba muy bien, con mobiliario cómodo,
pero, también allí, sin paredes ni techo que provocasen reverberación, los
gritos de las mesas vecinas nos invitaron a pagar, apurar las consumiciones, y
largarnos.
No es solo el ruido. Reconozco
que quizá me haya convertido en un cascarrabias y tal vez sea cuestión de edad;
pero, sin ser de llamar la atención a nadie, salvo en casos muy extremos, me
enervan muchos de los comportamientos que se observan cotidianamente: no ceder
el paso, saltar la cola, no devolver el saludo, invadir la acera impidiendo el
paso con coches o motos…etc.etc. Y, sobre todo, arrojar cosas al suelo.
A esto último, como al ruido,
viviendo casi de continuo en Madrid, debiera estar acostumbrado. Mas, ahora,
cuando ese ayuntamiento, sin olimpiadas, y en la ruina después de las
faraónicas obras de Gallardón está escatimando con la limpieza viaria, el
problema se torna insufrible. Así nos encontramos, los fines de semana, con las
zonas de botellón inundadas de detritus ¿alguien enseñó a esos chavales lo que
significa urbanidad? Y las calles, todos los días, cubiertas de suciedad, la
mayor parte arrojada por desaprensivos vecinos. En ocasiones, cuando veo
arrojar un papel, cajetilla, colilla o cualquier otro objeto al suelo, me dan
ganas de preguntar si hacen lo mismo en su casa.
Claro que hay gente educada y que
no todo es tan negro. No me resisto a dejar de contar algo que contemplé, hace poco, en una calle
madrileña: Una niña, de unos tres años, caminaba por la acera, en compañía de
su joven madre. La niña iba comiendo algo y al terminar arrojó el envoltorio al
suelo. Su madre, con severidad y tono bajo le dijo,” María, el papel” la cría,
obediente, retornó sobre sus pasos, para recogerlo y echarlo en la papelera. Como ésta estaba alta, su madre
la aupó para que pudiera arrojarlo dentro. Gratificantes imágenes como estas,
me niego a que sean la excepción, inducen a pensar que no todo está perdido, y,
si cunde el ejemplo, hará la vida, en estos aspectos, más llevadera. Eso sí, no
deja de resultar paradójico el que llame la atención algo que debiera ser harto
normal.
Disculpad este rollo sobre temas
tan conocidos y, estoy seguro, por todos sufridos.
Ulpiano Rodríguez Calvo
sábado, 5 de octubre de 2013
Los dibujos de Longinos
Aunque los originales se sortearon y ya tienen dueño (Chani y Gines), creo que con el escaneado de la imagen y los medios electrónicos de hoy día, todo aquel que lo desee puede reproducirlo y disfrutarlo.
Que así sea. Un abrazo de Longinos.
miércoles, 2 de octubre de 2013
Copio aquí la crónica un poco rácana del Corresponsal en Cangas del acto del pasado sábado.
Poco rápido que es Pepe Rodríguez, que nos trata de nostálgicos.
Los antiguos alumnos de Corias regresan a casa para su reunión anual
02.10.2013 | 02:18
Los antiguos alumnos de Corias pudieron, al fin, regresar a su "casa"
del Monasterio de Corias para celebrar su reunión anual. Tras años de
tener que "exiliarse" en bodegas del Narcea, debido a las obras que se
estaban realizando para convertir el edificio en un parador nacional.
Ahora, con el complejo hostelero ya abierto, estos nostálgicos de su
etapa de estudiantes celebraron la preceptiva misa en la iglesia del
monasterio pero, además, la comida y las celebraciones también fueron en
el parador.
En la imagen, la primera promoción del año 1967 con el entonces prior padre Jesús Martín.
En la imagen, la primera promoción del año 1967 con el entonces prior padre Jesús Martín.
40 millones, que se dicen pronto
Texto y foto
del periódico: jrFRANCOS
Foto del racimo: Santi POVES
Cuarenta y dos millones de litros e imaginándonoslos en
tetrabik y puestos en fila, seguro que llegan de Corias al alto del Acebo
o de Oviedo a Gijón (a 20 cm. cada uno, se puede echar la cuenta). Se dicen
pronto, pero dan para unas cuantas borracheras o siendo más positivos, para
unas pocas de comidas, con buenas carnes, a la familia del Blog (entre 50 y 100
visitantes diarios).
Actualmente Los Santos de Maimona, mi pueblo de
acogida, tiene centrada la mayor parte de su producción de uva en la
elaboración de caldos blancos y en los últimos años, merced a una política
dirigida desde la Junta, lo que se tradujo en nuevas plantaciones de cepas de color,
también de caldos tintos. La uva de mesa, la acreditaba Eva, que
se rifaban los mayoristas de las principales ciudades españolas e incluso en el
extranjero, saliendo al encuentro de los camiones cuando se acercaban a las
plazas de abastos y quedándose con toda la carga o viniendo al viñedo y
comprándola in situ, es casi residual hoy en día, aunque
recuperándose.
El fotógrafo Santi Poves, que fue testigo de aquel esplendor y
tuvo incluso mucho que ver en la celebración de la I Fiesta de la Vendimia, evento
que tuvo lugar por primera vez en toda Extremadura aquí, en Los santos de
Maimona, el 7 de septiembre de 1967 y continuaría celebrándose durante nueve
ediciones, tenía por finalidad poner en valor la citada uva.
En una colección de treinta fotografías, que se han exhibido en la
localidad, en Zafra y en Mérida y en octubre irán a Badajoz, presenta
distintos aspectos de la viña, la cepa y la uva. De su catálago extraigo esta
información:
"La uva Eva de Los Santos ( o Beba, que también
se le dice) como su nombre indica, nació en Los Santos de Maimona,
mediada la segunda década del siglo pasado, gracias a la investigación llevada
a cabo en los laboratorios de experimentación agrícola sobre las
características del terreno del término que llevó a afecto D. Ezequiel
Fernández Santana "El cura de Los Santos"* y sus colaboradores
que, luego de la desaparición del viñedo debido al ataque de la filoxera a
finales del siglo XIX, acertaron con la variedad que había que injertar en la
planta americana o portainjerto, la Rupestri de Lot. Esto dio
origen al nacimiento de la uva Eva, variedad con la que se comenzó la
restitución del viñedo en el término y que, en un plazo relativamente corto,
iba a reinar.
"En 1970 entre el término de Los Santos de Maimona y otros
limítrofes se estimaba en unas 12.000 hectáreas la superficie
dedicada a la misma (más o menos y para hacernos una idea, el equivalente a
doce mil campos de fútbol), lo que arrojaba unos 16 millones de
kilogramos,
que
precisarían de 400 camiones de 40 toneladas, que ya es grande el camión, para
transportarla.
"En 1972 un decreto reconocía dicha variedad de uva de mesa,
con la máxima categoría de Carácter preferente.
"Por diversas
razones aquel momento boyante se vino abajo y hoy en día se estima en la
tercera parte la superficie dedicada a ella, con cierta tendencia a la
recuperación". (...)
El resto y
gran grueso de la producción, que se localiza en la feraz y conocida Tierra de
Barros, se destina, como se dijo, a la producción de vino, que llevan a efecto
las cuatro bodegas existentes en la localidad (una de ellas, en plan
cooperativa, que agrupa a cientos de pequeños y medianos productores). De ahí
salen los más 40 millones de litros.
NOTA:
*El Dr. Ezequiel Fernández Santana,
insigne pedagogo, conocido como "El cura de Los Santos", desarrolló
una inmensa labor en la localidad desde principios del s. XX hasta el inicio de
la Guerra Civil. Fundó escuelas parroquiales para niños y también nocturnas
para los trabajadores del campo, cuando acababan su jornada, empleando
métodos pedagógicos innovadores. Las extendió por toda Extremadura e incluso
por Huelva, Palencia y Salamanca, llegando a contar con dieciocho.Fundó también
un Sindicato Agrícola para defender al obrero del campo de los abusos de los
terratenientes y una Caja de Ahorros. Creó asimismo un colegio de Segunda
Enseñanza con internado. Escribía (crónicas periodísticas, cuentos,
narraciones breves y hasta teatro) y montó una imprenta donde publicaba sus
escritos y cuestiones relativas a sus escuelas. Dejó un interesante legado
fotográfico, pues cultivaba la fotografía documentalista, que fue motivo
de una exposición y un libro, que coordinó José Soto.
Tuvo varias condecoraciones, entre ellas la Cruz de Alfonso XII en 1917.
Su obra dejó huella y el pueblo le recuerda dándole su nombre a
una calle y al instituto.
Ha sido objeto de diversos estudios y libros. Uno de los más
interesantes es el de José Soto y Juan Manuel Gordillo Luna titulado Estudio
bibliográfico de Ezequiel Fernández Santana: Escuela y Literatura.
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