lunes, 29 de febrero de 2016
SALAMANCA ( II )
Con tres días de
estancia prevista nada inducía a la prisa. Por eso, instalados y
dejado el equipaje, una terraza de la Plaza Mayor resultaba un reclamo
irresistible para tomar un aperitivo bajo el tibio sol de un invierno que hasta
avanzado febrero solo algunos días amagaba con serlo. Para esto ningún lugar mejor que el centenario Novelty, un tanto ajado,
pero conservando el empaque y numerosa clientela de sus mejores tiempos.
Torrente Ballester, hace años recreado en bronce ocupa una de las
mesas impasible al trajín de los parroquianos. Símbolo de un tiempo que parece detenido.
Si esperando el florecer de los almendros
dejamos atrás los que ayer eran nuevos y hoy son años viejos;
Salamanca, desde un amanecer de ilusiones y doradas piedras revestidas de oro
por el primer sol hasta su incandescente atardecer, un incendio que parece
consumir las tempranas ilusiones y el oro del amanecer, puede escenificar, en
un solo día, el transcurso de toda una vida.
Esta ciudad ha sido, y es, fuente de
inspiración de famosos autores literarios. Sus monumentales edificios fueron
objeto de reputados estudios de arte e historia que se pueden consultar en múltiples publicaciones. Esto exime a los profanos, como es el caso,
y nos permite abordar solo impresiones
marginales.
Sorprende gratamente, más cuando se llega de Madrid, la limpieza de las calles. Al menos
en el centro histórico. La capital de España, quién la visite lo puede comprobar, permanece acorralada por la
suciedad, víctima de las contrataciones de limpieza firmadas por la anterior
Corporación y que la actual, de Ahora Madrid, todavía no logró revertir.
Salamanca, a diferencia de la mayoría de ciudades españolas, ha respetado buena parte de su
patrimonio histórico. Se percibe que no ha sufrido con tanta intensidad el afán devastador de mandatarios ansiosos de un lugar en la
posterioridad. Esos que derribaron, y derriban, edificaciones cargadas de arte
y de historia para sustituirlos por “su obra”. Auténticos
bodrios con demasiada frecuencia. Eso explica que hoy convivan en perfecta
armonía, cada una en su estilo, la Catedral Vieja y la Catedral Nueva
junto otras joyas arquitectónicas que se pueden visitar recorriendo
las calles.
A esto, como cualquier turista que se
precie, básicamente estuvieron dedicados los tres días.
Tiempo suficiente para recorrer los
edificios históricos más notables procurando huir de los más bulliciosos grupos de
visitantes. También para demorarse buscando detalles como la siempre olvidada
ubicación de la rana en la magnífica fachada de la Universidad, y otras
curiosidades que la ayuda de una buena guía permite ir
descubriendo.
Al recorrer San Esteban, grandioso convento
regido por la Orden de los dominicos, surgió la
curiosidad por si residía allí
en la actualidad algún antiguo
profesor de Corias. Pero, poco aficionado a las
visitas sorpresa y con la muy
razonable sospecha de no ser reconocido, desistí de hacer
cualquier indagación.
Al
lado de San Esteban se encuentra el convento de Las Dueñas, con precioso claustro y restos del palacio mudéjar sobre el que se edificó. En este convento es venerada una monja que era conocida por
la Negrita (imagino que las monjas no le cambiarán ahora el
nombre como hicieron los rectores del Rijksmuseum con algunas pinturas).
Sobre la vida de esta monja (transcurrida entre los siglos XVII-XVIII) se han
escrito varias versiones, algunas contradictorias entre sí. Aventuran que fue una princesa africana captada, o capturada, en
las costas guineanas y trasladada a España donde sirvió en varios
conventos. Una historia exótica en su tiempo y común en éste de crisis vocacional. Cabría
preguntarse si ella no sería precursora y padecería situación similar a la denunciada recientemente
por varias religiosas recluidas en un monasterio gallego. Sin pretender
generalizar dramáticas situaciones de desarraigo entre quienes son traídos de lejanos países para profesar, la vida de esta monja
africana me trae otra historia dormida en el desván de la
memoria contada por un joven seminarista con el que, casualmente, coincidí en Roma hace más de veinte años. Entre lágrimas me contó cómo antes de cumplir los diez años le habían sacado de una remota isla de Filipinas para ingresar en un
seminario romano. En él
llevaba cerca de otros diez. Decía no tener
vocación religiosa, tampoco medios ni fuerzas para abandonar el
seminario. De sus padres apenas recibía noticias,
salvo para anunciarle el nacimiento de otra hermana o hermano, noticias que
acrecentaban su desesperación por no poder conocer a ninguno de sus nuevos
hermanos, y la sensación de estar viviendo una vida que le era ajena…
Mejor continuar con el viaje, esto parece
tener poco que ver con las andanzas salmantinas.
Junto a las decenas de valiosas
construcciones religiosas perviven, en buen estado, no pocos edificios civiles
colmados de historia. El más conocido, además de la Universidad, la
Casa de las Conchas. También la Torre del Clavero, Palacio de la
Salina, Torre del Aire, Casa de María la Brava, Palacio de Monterrey y otros.
En las inmediaciones del Palacio de
Monterrey, su magnífica planta contrasta con la discreción de la
puerta de acceso situada en un lateral, se encuentran tres edificios, cada uno
con su particular interés. La Casa de la Muerte, construcción civil, atesora interesante fachada con calaveras labradas en
piedra bajo el balcón. Los otros dos son religiosos; el convento de las Úrsulas, además de la tumba del arzobispo Fonseca obra
de Gil de Siloé, dispone de un diminuto museo con valiosas pinturas y magnífico artesonado. El de las Agustinas tiene unas curiosas ventanas
con rejas erizadas por desafiantes
aguijones. Se supone para proteger la virtud de las novicias y frenar ardores
de rendidos admiradores. No resulta difícil imaginar
el tormento de estos amantes, él sobre a una precaria escalera,
obligados a depositar en las yemas de los dedos todo el roce sensual mientras
los afilados hierros laceraban la carne del osado rondador. Aunque ya se sabe,
la pasión, cuando es mutua, suele hacer inútiles todas
las rejas.
El Palacio de Monterrey, propiedad de la
Casa de Alba, trae otro recuerdo. El de la duquesa, hace poco fallecida,
recostada en las escalinatas del Colegio Anaya, antes de su boda con el
jesuita-ex Jesús Aguirre. Solitaria disfrutaba de la caricia del sol vistiendo
vaqueros, camisa hippy y luciendo su rubia melena rizada. Esta mujer,
independiente de otras consideraciones, es posible que aunara en su
persona lo más rancio y
parte de lo más rompedor de la tradición española.
Tampoco Salamanca reniega de arquitectura más reciente. La modernista Casa Lis ha sido restaurada con acierto
hace unos años y hoy es sede de un interesante museo Art Decó con vistas estupendas sobre el Tormes.
Al final los tres días no dieron para tanto, ni para cruzar el Tormes y disfrutar de
las maravillosas vistas nocturnas desde el otro lado del río. Parte de culpa la tuvieron los agradables cafés que invitaban a frecuentes paradas y los restaurantes a
reposadas sobremesas.
Hasta
ahora ninguna referencia a la comida, aliciente imprescindible de cualquier
viaje.
Salamanca, no podía ser de
otra manera, tiene establecimientos donde se puede comer muy bien. En la
actualidad el restaurante de más renombre es Víctor Gutiérrez, ya conocido de una ocasión anterior, antes de que le
fuera concedida la estrella, se comía muy bien. Pero esta vez, sospechando
que la estrella podía haber contribuido a incrementar los precios, era preferible
descubrir otros lugares, y resultó un acierto. El Mesón de Gonzalo
prepara excelentes cortes de morucha y ofrece un buen tinto de Castilla, Abadía Retuerta, casi a precio de bodega. También elabora buena cocina Casa Vallejo, su barra de pinchos es de las
más concurridas de Salamanca, y en Le Sablón bordan los platos de caza. Todos
con buena relación calidad-precio.
Numerosos bares ofrecen buenas tapas para
picar o una comida informal. Desde las famosas chacinas de Guijuelo hasta las
sabrosas patatas meneás y
excelentes hornazos. Un buen farinato, aunque a muchos foráneos no les suele gustar, tampoco se debe descartar.
Anochecía el tercer
día cuando, antes de partir, cayó un intenso
aguacero que ofreció
otra imagen de la Plaza Mayor. Su pavimento,
convertido en resplandeciente espejo por el efecto luminoso de las farolas,
reflejaba con simétrica precisión la armónica belleza
de los edificios que la circundan.
Más tarde, cuando el tren ya circulaba por
solitarias llanuras, la luna llena hizo reverberar su pálida luz en el cristal de la ventanilla para escribir unas líneas confusas. Al intentar, con la
torpeza propia del duermevela, darles algún sentido
temo que decían algo así:
Borradas
están las huellas
en
los caminos
que
juntos recorrimos.
Borradas
de nuestros cuerpos
las
caricias
que
juntos compartimos.
Borrados
también
amores eternos
que juntos nos prometimos.
Después del tiempo transcurrido
recuerdos y culpas
permanecen en mí
Por
eso quisiera que hoy en ti
solo posaran recuerdos
de una vida feliz
Menos mal que de los versos no soy
responsable. Responsables fueron el sol de la ida y la luna del regreso que,
jugando, los escribieron en la nada. Porque el cristal transparente nada es
hasta chocar contra él y
recibir el golpe.
…Y poco después de nuevo en Madrid.
ulpiano rodríguez calvo
jueves, 25 de febrero de 2016
SALAMANCA ( I )
Diréis, ya está éste dando la vara con sus viajes, y tendréis razón. Pero solo se trata de compartir algo y
ocupar algún rato libre. Procuraré enmendarme
en un próximo futuro.
El regreso
a un lugar aviva los recuerdos que residen en él y cuánto más largo es el tiempo
transcurrido mayor suele ser la necesidad de indagar en ellos. Cuando lugar y tiempo confluyen en el recuerdo no suele
faltar a esa cita la melancolía, ella cubre el encuentro con las desvaídas luces y sombras de su velo.
Algo de esto flotaba en el ambiente al
pasear, hace días, por Salamanca. Los recuerdos de primeras visitas a esta ciudad no tienen
cabida aquí, son recuerdos compartidos y solo una parte me pertenecen. Solo
rescataré aquellos viajes para establecer una comparación entre los medios de transporte del antes y el ahora. La ida, a
primera hora de la mañana del domingo era en el llamado TER
con destino a Gijón, rápido y cómodo para los años sesenta.
El regreso a última hora ya era otro cantar. La única posibilidad
era tomar a medianoche un tren procedente de Lisboa y destino Hendaya hasta
Venta de Baños. A esa estación, sobre las tres o cuatro de la
madrugada, después de una o dos horas de espera, llegaba un Rápido procedente de Bilbao y con entrada prevista en Madrid-Príncipe Pío entre las ocho y nueve de la mañana del lunes. Quedaba por delante una larga jornada de trabajo,
eso sí, ya acortada por llegar a fichar dos o tres horas tarde.
Circunstancia esta que hacía correr, no diré ríos, líneas de tinta con advertencias y amonestaciones. Pero qué importaba si el motivo de la impuntualidad merecía la pena.
En la actualidad se viaja en rápidos trenes, con frecuentes servicios en ambos sentidos, desde
primeras horas de la mañana hasta la noche. Claro que estos viajes
ya carecen de la atracción y emoción de
entonces.
Tras la incursión por el
lejano pasado retorno a la última y reciente estancia en Salamanca,
consciente que hablar o escribir de esta ciudad es por mi parte un
atrevimiento; muchos asturianos y asturianas, por motivos iguales o distintos,
tienen mayor conocimiento de ella, también una
querencia especial.
Amanecía al salir de Chamartín, no por
ser hora muy temprana, en invierno el amanecer no madruga. Atrás quedaron las dehesas de El Pardo cuajadas de encinas y las
praderas de Colmenar donde pastoreaban vacas. Próximos a los
rotundos peñascales de La Pedriza, este año a pesar de
lo avanzado de la época huérfanos de nieve -solo una liviana corona
blanca ceñía la Bola del Mundo- nos adentramos en las entrañas de Guadarrama por el largo túnel que
lleva a las inmediaciones de la estación de Segovia. Ésta se encuentra en medio de praderas salpicadas por rebaños de vacas, y como las de Cuenca, Tarragona y tantas otras muy lejos de la ciudad. Unas distancias que
provocan el sin sentido de invertir desde la estación al centro
tiempo similar al empleado desde Madrid. Disparates de delirantes planes
urbanos que preveían un crecimiento exponencial de las ciudades y convertir los
yermos páramos de su entorno en millas de oro de la especulación.
Tras dos escasos minutos de parada en
la estación segoviana
el convoy reanudó
la marcha para adentrarse en las infinitas llanuras
castellanas. A la derecha entre los últimos jirones de nieblas bajas se pudo
ver, fugaz, el perfil noble del castillo de La Mota. Más allá
la curiosidad incitaba a indagar por los ocres
caminos que se pierden en el horizonte con la esperanza de divisar a Sindo y su
amo. Morán los abandonó a su suerte, ya hace un año, por tierras aledañas a Las Hurdes y podían estar de regreso vagabundeando por estas trochas castellanas,
pero ni rastro de ellos. Cuando la mirada se perdía entre los
verdes trigales, los primeros rayos de sol quisieron escribir en el cristal
unos confusos y no terminados versos diciendo algo parecido a esto:
Amanecen
en su verdor
las
tiernas hojas que darán trigo
así quisiera que renaciera
aquel
amor contigo
Aunque solo fuera un espejismo confirmaban
que suelen asaltar, adquiriendo mayor intensidad durante los viajes, las más peregrinas e irrealizables ilusiones. Ellas contribuyen a dar
emoción a la vida y al viaje.
Llegamos a Salamanca en la hora y media
anunciada. Por primera vez después de los años sesenta
regresaba en tren. Las anteriores, con tiempo justo de dar un paseo, comer y
visitar algún monumento habían sido en coche. La estación,
modernizada y ampliada, no parecía conservar, salvo alguna lejana caseta
en ruinas o columnas metálicas que un día soportaron
un tendido eléctrico, ningún vestigio de la antigua, y, aunque se haya
caído con frecuencia en la irresistible atracción por lo efímero, provocaba cierta nostalgia pensar
que esos derruidos y herrumbrosos restos fueran tal vez los únicos testigos de aquel pasado. Tampoco cabía esperar que las
centenarias piedras del centro, o los árboles más antiguos de parques y aceras, mantuvieran la misma epidermis con
la que un día nos vieron pasar.
ulpiano rodríguez calvo
sábado, 20 de febrero de 2016
DESDE CORIAS A LOS SANTOS DE MAIMONA
O del Diario de Ana Frank y
Diario de un cazador de Delibes, tempranas lecturas que inspiraron y
alentaron en la escritura al compañero de Corias José Rodríguez Francos, a Los Santos de Maimona entre artistas,
escritores y asociaciones, libro por él escrito y
que ahora tengo entre las manos.
Editado por Colectivo de artistas, asociaciones, escritores, instituciones y
empresarios, y con apoyo de la Fundación Maimona,
se presentó en diciembre el primer libro de JR Francos. Se cumplía así
su ilusión, tal como informaba el diario Hoy,
nacida hace 55 años entre los muros de Corias y aquellas primeras lecturas; la de
ser él, un día, el autor.
Es un trabajo de investigación que repasa en 260 páginas toda la actividad cultural
desarrollada durante las últimas décadas en Los
Santos de Maimona, ciudad en la que reside desde 1974. Su presentación es cuidada, una concienzuda labor con más 300 fotografías. Entre ellas destacaría la que hace de contraportada, con el autor tendido en una
hamaca, supongo que en su “campito”,
ensimismado en la lectura. Una fotografía que, en mi
opinión, podría ser la imagen pendiente de trasladar a
pintura por algún afamado pintor impresionista.
Las futuras generaciones de Los Santos,
cuando indaguen en el desarrollo cultural de su ciudad, se encontrarán con esta obra. La obra de un asturiano santeño de adopción y, por lo que traslucen esas páginas, también de corazón.
Conocida y reconocida en el Blog es la afición de Francos por la fotografía. En él ha publicado algunas muestras de las exposiciones en que ha
participado; también alguno de los capítulos que forman parte del libro recién presentado. Espero que reaparezca por aquí para darnos información, más completa y
precisa, de su libro.
Ulpiano Rodríguez Calvo
miércoles, 17 de febrero de 2016
OLOZAGA
Ante el requerimiento de parte –de doble parte –Ulpiano
y Galán– vuelvo sobre mis pasos para agarrar por las solapas y zarandear un
poco al impresentable de Olozaga.
Primero,
Ulpiano, quiero matizar esa leyenda de
que yo no leo comentarios del blog. Es
una historia que se inventó otro exalumno al cual aclaré, palabra por palabra
que no confundiera las cosas. Que yo no contestaba a las alusiones a mis
entradas porque no quería enzarzarme en discusiones públicas con ningún exalumno.
Es más, quise explicarle que yo hacía de mi silencio una virtud, pues me sobraban
argumentos para puntualizar, pero no lo hacía porque mi tarea como docente
había quedado 40 años atrás.
Tal ocurrió
cuando yo escribí Arturo Más en vez de Artur Más. Hubo varios que se enojaron,
lo cual me sorprendió mucho toda vez que según las normas de la Real Academia
de la Lengua Española, los nombres de topónimos extranjeros se traducen al
castellano. Así decimos Nueva York o Londres o Florencia, en vez de New York,
London o Firenze. Y los onomásticos también se castellanizan si los utilizamos
hablando en castellano. Así decimos el Príncipe Carlos o Julio Verne, Emilio
Zola, Miguel Ángel etc…
Si el catalán
es lengua extranjera debemos decir Lérida, Gerona, Arturo y Jorge.
OLOZAGA:
Difícil me lo
pones, Ulpiano. Hablar sobre el siglo XIX español es tarea más para un
psiquiatra que para uno excamarero como yo: porque es indudable que ese siglo
en España fue un pandemónium de locos matándose entre sí y destruyendo al país.
No hubo años seguidos sin una guerra civil, una sublevación militar, sin una
intentona golpista.
De ese enjambre
de locos que pululaban por el siglo XIX español podemos entresacar, coger con
la pinza de la curiosidad y analizar algún personaje como Olozaga.
El problema que
surge al evaluarle es que el personaje vivió en una sociedad tan compleja y
convulsa que sería necesario primero situarle en una sociedad concreta, con unos
condicionantes concretos, que hagan comprensible la figura de un político
cualquiera. Nadie es comprensible sin su circunstancia, que diría Ortega. Y la
circunstancia de Olozaga me llevaría a mí demasiados folios, tiempo y humor.
Además me deprime hablar de esa época.
Tendría que
comentar que España acaba de salir del reinado de uno de los personajes más
nefastos que han pasado por nuestra historia, es decir, Fernando VII. Durante
su reinado y en gran parte por su culpa, se gestaron todas las desgracias que
duraron más de un siglo.
Sin este
funesto personaje es imposible comprender todas las desgracias que
sobrevinieron. Su actitud cerril, traidora y prepotente al no admitir la
Constitución de 1812 provocó que, tras su muerte, y con toda la lógica, los
españoles se dividieran en banderías. Unos queriendo mantener una monarquía
semimedieval y otros pretendiendo instaurar en un mes y por las bravas una
España moderna, próspera y progresista, como la que su abuelo, Carlos III había
diseñado.
Todo lo
conseguido en tiempos de su abuelo, Carlos III –con Aranda, Floridablanca,
Marqués de la Ensenada, Campomanes, Jovellanos, Esquilache, etc… que supieron introducir a España en la
senda de la modernidad y el progreso– fue desbaratado por el rey más canalla de
nuestra historia. Y, para colmo dejó sembrada la discordia y la confrontación
entre españoles que ya no nos abandonó jamás.
Le sucedió su
hija Isabel II, con tres años. La nación quedó desnortada en manos de nobles,
militares, clérigos, y visionarios que iniciaron el siglo más triste de nuestra
historia. En medio de aquel guirigay de políticos, nobleza, generales etc, que
se montó, aparece nuestro personaje.
Nacido en Oyón,
Álava; alto, guapo, abogado a los 22
años, impetuoso y mujeriego. Se erige como líder del ala más radical del
partido liberal. Es elocuente, osado, y aspira a todo. Su éxito con las mujeres
le hace crecerse. No es de extrañar que resultase un tipo odiado por los
hombres y adorado por las mujeres.
Para colmo le
nombran preceptor de la reina, ante lo
cual, los enemigos ponen el grito en el cielo (Serrano, enemigo suyo dijo que
fue como meter al gavilán en la jaula de la paloma). Durante decenios se
debatió en España -como tema trascendental– si eran o no ciertas
las fechorías amatorias y políticas de Olozaga.
Resulta difícil
discernir la verdad de la leyenda. Quizás lo más creíble sea atenerse a los
informes que la embajada de Francia, e Inglaterra, mandaban a sus gobiernos,
así como los que a Roma enviaba el Nuncio.
Debían estar bien informados porque el embajador
francés se enteró a las dos horas y diez minutos de que la jovencita Isabel
había protagonizado un evento fisiológico propio de su edad. El embajador de
Inglaterra se enteró a las 24 horas. Se lo contó Olozaga.
Aunque solo sea
cierto el diez por ciento de lo que se le atribuye, ya sería grave. Quizás lo
más sonado fue su relación con la joven reina o el episodio que protagonizó con
Sor Patrocinio. La famosa monja de las llagas. Da vergüenza enterarse por qué
senderos tan cutres y desvergonzados transitaba España.
Nuestro
personaje murió en París a finales del siglo XIX. Su coetáneo Zorrilla, creo un
personaje que declamaba orgulloso:
Por
donde quiera que fui.
La
razón atropellé.
La
virtud escarnecí.
La
injusticia burlé.
Yo a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé.
A
los palacios subí.
Yo los claustros escalé.
Yo en todas partes dejé
Memoria
amarga de mí.
No se sabe si
lamentó en su vejez el haber sido tan guapo como el personaje de Muñoz Seca que
decía de sí mismo:
Todas
por mí como un trapo
Y
con igual pretensión.
¡Ay!
Infeliz del varón
Que
nace como yo tan guapo.
Pepe
Morán. Dominico-ex
domingo, 14 de febrero de 2016
EL PÁRROCO DE CALERUEGA
PRESENTACIÓN. Husmeando en el Facebook he visto un artículo que era compartido por infinidad de los muchos amigos puertorriqueños que el Padre Basilio tiene en esas tierras caribeñas, y como me consta que muchos de los visitantes de este blog no son asiduos al Facebook, he considerado oportuno el insertarlo aquí.
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EL PÁRROCO DE CALERUEGA
Tal vez no muchos sepan que el pueblo natal de nuestro
fundador, santo Domingo de Caleruega, lleva muchos años, y hasta el día de hoy,
impregnado de recuerdos, experiencias y algo de sabor caribeño. Desde 1991, el
párroco de Caleruega, fr. Basilio Cosmen, O.P. natural de Cangas de Narcea,
Asturias, fue misionero por 19 años en Yauco, un pueblo de la costa suroeste de
la Isla de Puerto Rico. Fr. Basilio, que incluso tiene una calle del centro
del pueblo caribeño a su nombre, nos habla de sus orígenes: “Vengo de una
familia de arrieros, transportadores de mercancía y personas, desde Asturias a
Madrid, durante siglos. Mi Padre, ante lo incierto de aquel trabajo, se asentó
en Cangas del Narcea, Asturias y gran emprendedor, sacó adelante negocios y
familia. Primera mitad del siglo XX. Se casó allí y criaron siete hijos,
orientados al trabajo y al comercio. Uno siguió la orientación de transportes y
creó una gran empresa”.
Su vocación dominicana llegó hasta la vida de fr.
Basilio desde muy pequeño. El nos cuenta que, “Cuando el año 1936 hubo en
España la persecución religiosa, dos Monjas de Clausura Dominicas (que tuvieron
que abandonar el Monasterio que había en el pueblo pues eran perseguidas), se
refugiaron en mi casa. Yo tenía 4 años. Se rezaba mucho y cuando pudieron
volver al Convento, ya habían sembrado en mí la vocación religiosa dominicana.”
El Convento de San Juan Bautista de Corias, en ese tiempo casa de formación,
quedaba a dos kilómetros de la casa familiar de fr. Basilio. Allí ingresó para
los estudios de secundaria y, a apenas a los 15 años, vistió el hábito
dominicano. Su noviciado lo hizo, sin embargo, en el Convento San Esteban de
Salamanca. Luego de su ordenación presbiteral estuvo asignado al Colegio de los
dominicos en Oviedo y luego al Instituto Laboral de Corias.
En 1972, fr. Basilio llegó a Yauco, Puerto Rico junto
a un grupo de frailes de la Provincia de España a la que el Vicariato
Provincial de Holanda en la Isla dejó la Casa y Parroquia Nuestra Señora del
Rosario. Luego de las medidas de Mendizábal en España y sus colonias a mediados
del siglo XIX y la exclaustración de los religiosos españoles en América y El
Caribe, fue hasta 1904 que los frailes de la Provincia de Holanda, venidos de
la Isla de Curação, restauraron la presencia de la Orden de Predicadores en
Puerto Rico. Precisamente fue a la Parroquia de Yauco a la que fueron enviados
por primera vez. Fr. Basilio Cosmen llegó para ser párroco de esta parroquia
que, entonces, cubría todo el municipio cafetalero de 179 km² y 20 barrios,
casi todos rurales. Su misión como párroco del pueblo caribeño duró casi 20
años.
El actual párroco de la ciudad natal de Santo Domingo,
recuerda sus años caribeños como predicador: “Mi vida en Yauco y sobre todo mi
vida sacerdotal, fue totalmente satisfactoria. Éramos un grupo de dominicos en
juventud madura y nos entregamos totalmente al apostolado en el Pueblo y en los
Barrios, donde había ya capillas y en otros se fundaron. Nos ayudaban las
Hermanas Dominicas de Fátima, sobre todo con la catequesis, con muchos grupos
por el Pueblo y en los Barrios, y en las visitas familiares. La
preparación bautismal se atendió con esmero. Se dio la Campaña del P. Peyton y
aún continúan los grupos de Oración en Familia. Se crearon los Ministros
Extraordinarios de la Eucaristía con una entrega y vitalidad extraordinaria.
Los Cursillos de Cristiandad representaron un gran empujón espiritual en la
Parroquia. En los últimos años llegó el Movimiento Juan XXIII arrasando con su
influencia y aún está muy vivo. Había Retiros para Matrimonios y sobre todo
para jóvenes, que se llegaron a dar más de 200 y se creó una potente Juventud
Católica, que alimentó mucha vida espiritual en la juventud del pueblo,
saneando mucho las costumbres”.
Si bien la presencia de los frailes de la Provincia de
España duró hasta el año 2002 en Yauco, cuando la Casa y Parroquia de Nuestra
Señora del Rosario pasaron al Vicariato General de la Santa Cruz de Puerto
Rico, el paso misionero de fr. Basilio finalizó en 1991, cuando fue asignado al
Convento de Caleruega para desempeñarse como párroco del pueblo. Según fr.
Basilio, “Caleruega es un lugar emblemático para los Dominicos. Es donde nació
Santo Domingo de Guzmán, nuestro fundador y fundador del Rosario. Por esta
razón recibimos muchas visitas de Dominicas y Dominicos, que vienen a las
fuentes. Los noviciados de las distintas naciones de Europa nos visitan todos
los años, en ambiente encantador de juventud motivada y motivadora dominica. Todos
los veranos hay una gran Asamblea de Familia Dominicana. Actualmente se prepara
para septiembre una gran reunión de Cofradías del Rosario.”
En cuanto a la Parroquia, su párroco “medio caribeño”
señala que, “Caleruega es un pueblo castellano, con pocos habitantes durante el
año y mayoría de adultos avanzados, con una fe inconmovible los mayores y con
la triste influencia del laicismo, tan desgarradora en España, por contagio a
la juventud. A Santo Domingo lo tienen todas las familias como “de casa”, y sus
fiestas son muy celebradas, siendo la recién celebrada “Romería del Santito o
de Castro”, la que toca el corazón de todos los del Pueblo, que vienen a
celebrarla desde donde vivan. Ese día no hay vergüenza de rezar el Rosario o
cantar “Viva María…”, como alimento de la fe para que no se pierda.” De manera
muy simpática, entre los signos que adornan el altar de la pequeña iglesia
medieval en donde recibiese sus primeros sacramentos santo Domingo, está una
pequeña bandera del pueblo cafetalero al que fr. Basilio regresa cada año,
invitado por los grupos apostólicos que él acompañó por tanto tiempo.
De todos modos, fr. Basilio considera que la
gran columna de espiritualidad del pueblo de Caleruega, es el Monasterio de
Monjas Contemplativas Dominicas, fundado en el siglo XIII para que no se
perdiese el recuerdo del Santo, sobre los solares donde vivía la familia.
Afirma, convencido, el párroco de Caleruega, que “Su vida de clausura, su rezo
diario de alabanza a Dios, su austero ejemplo, su amorosa atención a la gente,
son las que dan categoría al Pueblo y tiene resonancia sobre todo en la
Provincia.”
Comparando el ministerio de predicación actual en
Caleruega, con el que tuvo en la costa y campos del Caribe, fr. Basilio
considera que “de Parroquia a Parroquia el cambio es enorme y los modos de
actuar bien distintos. El mismo frío del invierno, contrae un poco los ánimos
para mostrar entusiasmo y el carácter seco castellano les da un modo de actuar
bien diferente. Casi no hay matrimonios jóvenes y la mayoría de los niños (12
hay en la escuela), no son españoles, y son cristianos ortodoxos. Podrá haber
tres bautismos al año y lo mismo bodas, porque vienen de afuera, un poco por
tradición familiar. De todos modos, no falta el grupo de Señoras, que todos los
días acuden al Rosario y a la Eucaristía.” No es de extrañar que el cariño, la
dedicación atenta y pasión por la Verdad que dona fr. Basilio a la grey que
recuerda los inicios en la fe de nuestro santo fundador, tienen mucho sabor del
Caribe, ese que aprendió el párroco de Caleruega en sus queridos años en Yauco.
viernes, 12 de febrero de 2016
MIS CATARROS
MI CATARRO DE 2016.
Empezó
hace quince días. No quise darle importancia y no fui al médico.
Como
persistía, terminé por preocuparme y pedí hora.
- - Número
de Tarjeta Sanitaria, por favor.
- - No
lo sé, ni tengo tarjeta.
¿ - No les vale con mi DNI, que acredita que soy español,
jubilado, mi domicilio y Pola de Lena?
- - Bueno,
vale ¿Quién es su médico?
- - La
doctora X.
- - Venga
mañana a las 11.
Fui.
Esa chica estupenda y buena médica me auscultó y claro, oyó un estrépito de
ruidos que me dijo:
“Aquí
hay mucho ruido, vas a tener que bajar esta misma mañana al hospital y que te hagan una radiografía. Toma el
volante y vuelve luego hacia las tres que ya tendré los resultados”.
Vale.
Bajé
al hospital y volví luego a la consulta.
Lo
que me temía. "Tienes principios de pulmonía. Hay que cortarlo con un
antibiótico y cortisona. Tomas una pastilla diaria de ambas cosas durante 10
días y vuelve por aquí a ver cómo estás".
Voy
a la farmacia y entrego las dos recetas.
Me
dan el antibiótico, un envase que dice contener 28 comprimidos. Me dan la
cortisona en un embase con 18 comprimidos.
Hoy
voy por el tercer día y la cosa está encauzada.
Pero
me pregunto ¿Para qué me dan 28 y 18 si yo solo necesito diez de cada una?
Me
imagino que la Sanidad Pública necesita tirar la casa por la ventana y no
reparar en gastos. Al final, las dos cajas se reunirán con un montón en el que
hay medicamentos por valor de un montón de euros.
En
cada hogar español hay una auténtica farmacia que terminará en la basura.
¿Hay
algún médico entre los lectores del blog?
Que
me explique para qué necesito una tarjeta sanitaria y por qué si me recetan 10,
me dan 28 comprimidos.
MI
CATARRO DE 1967.
Aunque
ya he contado mis historias en este blog, no recuerdo si os conté que el año 67
me fui a Londres con intención de graduarme en la Pitman School. Los dominicos
ingleses haciendo gala de una hospitalidad ejemplar, me asignaron un catre en
el desván. Estuve con ellos 15 días y no pasaron ni uno sin que me preguntaran
“Perdón, ¿ya sabe usted cuando se va a marchar?”.
Obsérvese
la delicadeza de la pregunta. Como es natural, me busqué la vida. Me coloqué de
camarero en un restaurante. Sólo un leguito negro, jamaicano me dijo al
despedirme “Tú no pases hambre, ven por la puerta de atrás y yo te saco
comida”.
Pues
venga, a trabajar. Empecé de camarero y terminé de administrativo del local.
Pero
vamos a por lo del catarro.
Pregunté
cómo gestionar mi situación sanitaria. Respuesta:
“Muy
fácil. Vas a la oficina de Correos con una copia de tu contrato o de tu
matrícula. Exhibes el pasaporte y te dan una lista de diez o doce médicos que
atienden en el distrito donde tú resides. Cada uno con su dirección y teléfono.
Escoges uno. Todos tienen obligación de cogerte si no tienen completo el cupo
obligatorio.”
Llamé
a uno cualquiera y sin más ya tenía médico.
Y
voy yo, y un día me pongo enfermo. Llamo para pedir hora. Me recibe. Me pasa a
un recinto pequeño y me ordena: “Quítese toda la ropa y le llamo ahora”.
Así
fue. Completamente desnudo, me tumbé en una camilla y aquel hombre inspeccionó
cada centímetro de mi cuerpo. Yo estaba un poco tenso y receloso porque no veía
necesidad de que me palpase la barriga para un catarro de garganta. Así que me
propuse, en el peor de los casos, vender mi virginidad por encima de todo. Pero no.
Tenía
un gran catarro y me recetó un antibiótico (Britapen) a tomar dos grageas al
día durante ocho días. Cuando ya me iba, me detuvo en la puerta para advertirme
“si piensa seguir fumando, es mejor que se busque otro médico”. Fui a la
farmacia con las recetas. Las entregué. Me dieron un numerito y me mandaron
esperar. Cuando me llamaron, acudí al mostrador y vi que, de un recipiente que
contendría 500 pastillas, sacaba las dieciséis que yo necesitaba, las
introdujeron en un frasquito neutro, escribieron en un papel, Britapen, dos al
día, ocho días y lo pegaron al frasquito. Ni una gragea más ni una menos. Y así
con todos los medicamentos.
Han
transcurrido casi cincuenta años y todavía no hemos aprendido a administrar el
gasto de salud de los españoles.
Dicen
que aquí en España vamos al médico cuatro veces más que un alemán o un danés.
Es posible. A ese propósito quiero centrar la historia de una viejecita de aquí
del Lena. El médico era don César Cordero, hombre simpático, amable, exuberante
y cariñoso. A diario le decía a la
viejecita que la encontraba estupendamente de salud. Un día no apareció por la
consulta. Quince días estuvo sin ir y el día que apareció don César la recibió
alborozado:
- ¡hombre María! ¿qué te pasó que no venías por aquí?
- Ye que tuve mala.
Pepe Morán. Dominico-ex
¡OYE, TÚ!
No tengo ninguna intención de alimentar nuevas polémicas.
Menos de ofrecer blanco a los emboscados que tras el anonimato disparan ráfagas de su peculiar partidismo. (Aunque en ocasiones
resulte difícil, soy el primero en reconocerlo, asumir a cara
descubierta afinidades políticas o comportamientos personales; el único autorizado a hurtarnos su personalidad real en el blog
debiera ser el anónimo apodado Jesusín
o Pelgar -hace tiempo misteriosamente desaparecido- por habérselo ganado con sus ocurrentes, raciales y mágicas historietas recreadas bajo las luces y sombras de
Cangas).
Después
de este, tal vez innecesario, preámbulo intentaré ir al motivo de estas líneas que no es
otro que la carta de la señora Báñez, ministra(-ex que diría
Morán) de Empleo y Seguridad Social. La misma que hace algún tiempo aseguraba que estábamos
saliendo de la crisis gracias al capote que nos había
echado la Virgen del Rocío.
Esa carta la hemos recibido todos los que ya “disfrutamos” de
la jubilación, en ella se nos comunicaba el “generoso” incremento de un 0,25% en la pensión.
La medida, anunciada con antelación y padecida en años
anteriores, a nadie debió coger por sorpresa. Personalmente debo
confesar que, incluso más que la birriosa subida, me ha molestado el tono de
recochineo que desprende la carta.
Entre la hojarasca de alabanzas a la
gestión del Gobierno y justificaciones de la decisión que se comunica figura la siguiente frase: “El protagonista de esta mejora eres tú”.
Dejando de lado que la señora ministra sitúe ahora el protagonismo de la
recuperación en nosotros, también se podría decir que a la fuerza ahorcan, y no en el capote de
ninguna virgen, sorprende el tuteo a que nos somete.
El tuteo es una forma de trato entre
iguales, entre personas próximas y de confianza, algo que no creo exista entre la
ministra y la inmensa mayoría de los receptores de esa carta. No se me ocurriría, en caso que esto fuera posible, pasar un día por La Castellana y subir al despacho que ocupa en su
ministerio para decirle: “oye, ministra,…”
Ese tuteo de la carta, también el usado por muchos otros políticos
con los que ninguna afinidad une, tiene claras reminiscencias con el “¡Oye, tú!” proferido
al camarero por el prepotente de turno acodado en la barra del bar o por el señorito terrateniente montado a caballo para dirigirse al
bracero que trabaja la tierra; cuando, por respeto y educación, el camarero y el bracero están
obligados a responder de usted. Tal vez sean reminiscencias que aún perviven del falso tuteo, tan del gusto de antiguos
jerarcas vestidos de camisa azul bordada con yugo y flechas.
Se dirá con toda razón que esto del tuteo es una nimiedad
comparado con la situación a la que están conduciendo la Seguridad Social.
Por mucho que en la carta se diga “La Seguridad Social es, sin duda, nuestro principal
proyecto de solidaridad”, el Gobierno saliente no ha escatimado medidas para
arruinarla, con el no confesado, por impopular, propósito
de favorecer los planes privados de pensiones.
Así, alardean en esa carta de creación puestos de trabajo al tiempo de ocultar que la inmensa
mayoría de éstos son en precario, de meses, días,
o incluso horas, con salarios que toman por referencia el SMI ya fijado, “generosamente” por el Gobierno en funciones, en
655,20 e/mes para 2016. Unos contratos laborales que aportan cotizaciones írrisorias a la Seguridad Social mientras las grandes
corporaciones, con beneficios de miles de millones anuales, tributan, cuando
tributan, a tipos mínimos.
Las subvenciones concedidas a las empresas por
crear puestos de trabajo cierra el círculo ruinoso al que está sometida la Seguridad Social. Se está invitando con el dinero de los demás, en este caso con los depósitos
del Fondo de Pensiones. No puede resultar extraño
que durante el mandato del Gobierno saliente ese Fondo de Pensiones se haya
reducido a la mitad, de más de 60.000 millones de euros en 2011 a unos 30. 000 en
2015.
De continuar con la política económica del Gobierno ahora en funciones dentro de cuatro años, quienes vivan o vivamos, verán
o veremos que las pensiones ya no se incrementarán,
ni en este miserable 0,25%, se reducirán drásticamente.
Pero nada de esto, me parece, dice la
carta.
ulpiano rodríguez calvo
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